Plácido Domingo: acusaciones de acoso sexual

Esta semana han salido a la luz una serie de acusaciones de acoso sexual contra Plácido Domingo. La noticia ha tenido una gran repercusión en todo el mundo. Domingo es una eminencia del mundo de la ópera, uno de los artistas con más renombre dentro de la música clásica. Y las acusaciones han caído como un jarro de agua fría sobre su reputación.
Las reacciones no han tardado en aparecer. Los hay que han salido en acérrima defensa del tenor (muy sonadas las declaraciones de Ainhoa Arteta). Sin embargo, las consecuencias para Domingo no se han hecho esperar, y algunas de sus actuaciones han sido canceladas.
Nueve acusaciones
La noticia llama la atención, pues no se trata del testimonio de una sola mujer, sino de nueve. Hablan de casos de acoso sexual muy concretos, y en distintos momentos, desde los años 80. Leyendo detenidamente las declaraciones de las mujeres que elevan la voz contra el famoso tenor, se aprecia una forma de actuar siempre siguiendo el mismo modus operandi. Todas las denunciantes coinciden: insistencia hasta puntos que sobrepasan la incomodidad, llamadas incesantes, invitaciones indecorosas, tocamientos… todo siempre en ambiente de trabajo.
La defensa de Domingo en su comunicado no ha sido muy precisa. «Reconozco que las normas y estándar de la actualidad son muy diferentes hoy de lo que eran en el pasado.» Parece desconcertado con las acusaciones, y subraya que creyó «siempre» que todas sus relaciones con mujeres eran bienvenidas y consensuadas.
¿Esto es nuevo?
Un hombre con poder, que persigue a chicas jóvenes en su ambiente laboral, insiste e insinúa… Nada nuevo que contar. El mundo de la música clásica ha estado históricamente dominado por hombres. Directores de orquesta, festivales, compañías, teatros… Plácido Domingo será uno más de los muchos casos que ha habido y habrá en el mundo del arte.
Poderoso, bien posicionado, se vio en su momento con la potestad de presionar con intenciones sexuales a chicas de su entorno laboral. ¿Que no es un violador? Claro que no. Pero acosador, eso parece. La clave de todo esta historia, para mí, está en el tinte laboral de las acusaciones. «Ven a mi casa a ensayar este aria». «Me gustas para este o aquel papel»…
Aquí está la clave para que esto se convierta en escándalo: no sólo se insinuó a estas mujeres de manera insistente. Es que lo hizo en un ambiente de trabajo. ¿Cómo no iban estas chicas a interpretar que, si «se dejaban», tendrían más oportunidades laborales? ¿O todo lo contrario, si se negaban?
Y por otro lado, ¿acaso una artista tiene que aguantar que su «jefe» le bese o le agarre cuando baja del escenario, o que entre en su camerino? ¿Es esta una conducta «normal» en un ambiente de trabajo sano?
La palabras en su defensa que me sorprenden
Por supuesto que no hay que ensañarse con Plácido Domingo, y que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. De momento, solo contamos con los testimonios de estas nueve mujeres, y de algunos otros miembros de la industria, que dicen haber presenciado un comportamiento poco apropiado en el tenor. Lo cierto es que los testimonios son bastante numerosos como para tratarse de una falsedad. Veremos en qué queda todo esto.
Sin embargo, me sorprenden bastante los eufemismos con los que se habla del asunto. A pesar de que muchos trabajadores de la industria de la ópera y los teatros han hablado de «cierta fama» que arrastra el tenor, otros tantos se empeñan en quitarle hierro.
He leído bastantes perlas :»es un reconocido seductor», «don juan sin reservas» (Aquí un machista artículo sin desperdicio), «le gustan las mujeres», «a esto se le llamaba antiguamente ligar» (declaraciones de la soprano Ainhoa Arteta). Yo a esto, señores, le llamo de toda la vida ser un baboso. Y por desgracia, las mujeres los aguantamos a diario.
Las cosas por su nonbre
Un señor que insiste ante la negativa, a mujeres casadas, que acecha y toquetea, no está seduciendo. Ni ligando, ni es un mujeriego. Llamemos las cosas por su nombre, es un acosador. ¿Qué Plácido Domingo lo es? Repito, veremos en qué queda todo esto.
Pero lo que no se debe consentir es minimizar la historia o ridiculizar a las víctimas. Sigo citando a Ainhoa Arteta: «No conozco a Patricia Wulf. No quiero dudar que a esta señora le haya tocado una pierna y le haya parecido un horror, pero que le diga entonces ‘no me toques las piernas’ y punto pelota.»
No, señora Arteta. A veces, cuando una mujer se ve en este tipo de situaciones, puede sentirse impotente, paralizada o sobrepasada, sin saber qué hacer. Nadie es quién para decir cómo debe afectarle a otro una invasión de su cuerpo o de su intimidad, sea cual sea esta. Quizás dijo «no me toques las piernas», y él continuó. Quizás la autoridad que él representaba la frenó.
Entiendo que Plácido Domingo es un artista increíble, de su carrera, nada que decir. Pero tampoco podemos dejar que, por ser un ídolo de la ópera, se le excuse. Tendemos a quitar hierro al asunto cuando este tipo de casos afectan a personajes queridos y apreciados por el gran público.
Sinceramente, hasta sus defensores se delatan: el comportamiento de Domingo no era «normal». «Todos lo sabían, lo sabíamos: tarde o temprano tenía que saltar.» Incluso las propias declaraciones de Domingo parecen inculparle, cayendo en el típico eran otros tiempos.
Veremos en qué queda el asunto.
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