14 horas diarias… Sobre estudiar en el conservatorio y sobrevivir

Esta semana me he topado con un artículo del El País cuyo titular habrá llamado la atención de la gran mayoría de músicos que lo hayan visto: 14 horas diarias para compaginar los estudios de conservatorio con la educación ordinaria: “Acabas fatigado y cansado” y sigue En España 98.603 alumnos estudian algún curso de música, pero muchos deciden abandonar ante la dificultad de continuar a la vez que avanzan educación ordinaria.

Ajo y agua…

El artículo no lo he leído completo, pero la noticia en sí me ha dado para hacer ciertas reflexiones. Mi primera reacción ha sido un poco de «indignación». Al leer este titular he pensado: «Pues chico, como todos los que hemos estudiado esto, ajo y agua«. El artículo habla con un estudiante de 18 años de segundo de bachillerato y sexto de profesional, que en un día tiene que hacer 14 horas lectivas para compaginar. Y a mí me ha venido a la cabeza mi yo de 14 años, que los miércoles entraba en el colegio a las 8.30, comía allí, salía a las 18.00 y me iba al conservatorio hasta las 22.00 de la noche. Ahí tienes 14 horas, y con 14 añitos, que luego la cosa empeoraba. He estudiado bachillerato y conservatorio, sí. También fui a la universidad mientras hacía el superior. E incluso durante mi último curso de superior trabajaba 8 horas al día, además de las clases. Vamos, que esta historia que nos viene a contar El País es ya muy vieja. Y lo primero que pensé fue: «Es lo que hay, chavales de 18 que hacéis ambos estudios. Todos nos hemos tragado esa cantidad de horas y hemos sobrevivido«.

Espera un momento…

Pero detrás de ese primer pensamiento, me han venido muchos más. Por un lado, he recordado lo poco valorada que me sentía cuando estudiaba, realizando todos esos esfuerzos sin reconocimiento ni ayuda. Cuando hacía una licenciatura al mismo tiempo que el superior, las clases me solían coincidir en horario. Y muchas veces la única facilidad que me daban era optar como máximo a un 5 de nota por no asistir. Si ibas con tu situación a hablar con un profesor en la universidad, te encontrabas todo tipo de reacciones, pero casi siempre era algo así como «a mi no me cuentes tu vida«. Yo aprendí a apañarme como podía, muchas veces relegando un poco unos estudios para dar prioridad a otros. Al final lo conseguí y no me arrepiento de ello, pues gracias a la licenciatura he tenido trabajo, cosa que la música no siempre me ha facilitado.

Por otro lado está el tema de «tener que elegir«. Muchas veces la solución que te dan a compaginar estudios es que elijas una cosa u otra. No estoy de acuerdo. Hoy en día, con la competitividad laboral y lo preparadas que están las nuevas generaciones, las titulaciones no sobran. Y no es malo tener varias puertas abiertas. Tal vez un poco de ayuda, empatía y facilidades no estarían mal. Los jóvenes que eligen compaginar estudios suelen ser chicos con capacidad suficiente para hacerlo, inteligentes y válidos. A lo mejor habría que centrarse en ellos, premiar el esfuerzo y facilitarlo. A mí en aquellos años me habría gustado contar con alguna ayuda: becas, facilidades horarias, tutorías personalizadas, orientación laboral…etc.

Futuro negro

Lo más triste es el poco reconocimiento que las personas que hemos estudiado música tenemos en el mundo de hoy, las poquísimas oportunidades, y el escaso valor que se le da a los esfuerzos. Las 14 horas diarias pueden ser duras, que levante la mano quien no pensó en tirar la toalla. Pero de buena gana empujaría a todos los alumnos que se me presentaran con esta situación a hacer el esfuerzo, si las expectativas de futuro valiesen la pena. He sido profesora de conservatorio, y con qué cara le dices a un alumno que se esfuerce y tire del carro cuando sabes lo que le espera una vez todo acabe.

La música y la cultura no son la prioridad en España. Y tampoco la cultura del esfuerzo y el sacrificio. Aquí triunfa lo frívolo, lo superficial, el nepotismo y poco más. Las listas de músicos sin trabajo estable son largas, tan largas como sus cualificaciones y esfuerzos. Yo misma tengo una licenciatura, un master en investigación, premio extraordinario, superior de viola y una oposición aprobada, y no he tenido un contrato estable en el mundo de la música desde que terminé mis estudios hace 10 años. Al final, he logrado montar mi propia empresa, harta de dar tumbos como interina y temporal, y vuelvo a trabajar mis 14 horas al día, irónicamente.

¿Acaso hay algo mejor?

Me viene a la mente una escena de la serie «La Sra. Maisel». Va de cómicos, al fin y al cabo trabajadores del espectáculo como los músicos. La protagonista pregunta a un cómico ya consolidado ¿Te gusta tu trabajo? a lo que él responde algo así como «Si me diesen a elegir entre este trabajo y comerme la cabeza de un tío, diría ¡pásame la sal!.. Y sin embargo…»

Eso mismo pienso yo, algo tendrá que engancha. Si tan malo es esto, ¿por qué lo hacemos?. Hace un par de semanas participé en un montaje de Parsifal con la Orquesta de Extremadura (eternamente agradecida por que cuenten conmigo de vez en cuando). Los ensayos eran mañana y tarde, y seguí dando clases en mi escuela. Imaginaos mis jornadas. Acababa el día muerta, y con la espalda rota. Me quejaba, pero a pesar de todo, ¿es que querría estar en algún otro sitio, haciendo alguna otra cosa? ¡pásame la sal!

 

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Violista, licenciada en Comunicación Audiovisual y con un Máster en Investigación (Premio al mejor expediente). Actualmente, profesora interina en conservatorios andaluces. Me encanta poder unir mis dos mundos a través de Gran Pausa, y así poder ayudar a otros músicos que, como yo, se hacen nuevas preguntas cada día.

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